Hoy mis huesos se han partido,
y el huracan de la miseria rie como hiena,
mientras mi rostro explota bajo el humo tóxico de la ciudad,
y a lo lejos un eco que no dice nada.
Todo tan rapido y con ganas de nada,
un poco de azar y fe es la tónica del día,
y mientras el rostro de la noche permanezca siendo de queso,
seguirá mi alma mirando el cielo.
Los pasajes, las calles, los faroles...
Un arlequin acomodado en el poste de la esquina,
trozos de cristales sobre el asfalto de verano,
y un nectar ambar emanando de la tierra.
Y el culpable se encuentra en su lecho de nacimiento.
Sin decir nada, es como volteamos las miradas,
cruzamos las piernas sobre nuestros sofás de cuero,
y un café helado es parte de nuestro pasatiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario