El pez ha descendido del cielo,
y destruido bajo el desierto del presentimiento.
Esa voz que emana de tus ojos me dicen que lo sientes...
Tanta destruccion en un solo gesto...
Pues, de que sirven las disculpas,
si ha sido tu flecha la que atravesó mi pecho,
has matado mi moral, destruido mi ego, fusilado mi orgullo.
Has ensangrentado mi mundo perfeto.
Hoy por hoy, mi boca escupe sangre,
expulsando el veneno que se acumula en mi corazón.
Solo ha sido una caida más.
Ha sido una de esas que no se olvidan.
Y aún con mis patas enflaquecidas,
mi sol sigue brillando a lo lejos...
aún con el espiritu desgarrado...
el Centauro aún no ha muerto.